El Regajal Selección Especial 2020
D.O. Vinos de Madrid
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La historia de los vinos de Madrid es larga y una de las mejor documentadas. Se tiene conocimiento que los primeros datos sobre la existencia de la actividad vitivinícola en los actuales límites de la Comunidad de Madrid datan del siglo XIII, pero también se puede pensar que la existencia de viñedos y vinos en la región se remonta a muchos siglos antes. Durante esa época, se sabe que el cultivo de la viña corría a cargo de viticultores casi todos dependientes de los señores feudales instalados en terrenos agrícolas cercanos a las ciudades, así como también a las instituciones municipales, los llamados Concejos, que explotaban sus propias viñas.
Así pues, con el transcurso de la historia, los vinos madrileños llegan al siglo XV rodeados ya de cierto prestigio, como lo atestiguan algunas famosas citas literarias y múltiples testimonios de la consideración que tenían esos vinos elaborados en la propia ciudad, y de su exportación a otras localidades de España, como Burgos.
A todo este auge, se sumó la elección de Madrid como capital del reino y ello supuso también un notable crecimiento en la demanda de sus vinos y, a su vez, un vertiginoso aumento de la producción de vinos en las zonas limítrofes de Arganda, Alcalá de Henares, Fuencarral, Alcobendas, Torrelaguna, etc. Los vinos consumidos durante el reinado de Felipe IV procedían, sobre todo, de los alrededores de Madrid, y tenían fama los de Valdemoro, aunque los más prestigiosos seguían siendo los de San Martín, a los que se unieron los de Cadalso y Pelayos.
También en la propia ciudad de Madrid se mantenía una producción notable, y una prueba de ello en que en 1665 existían en la ciudad 63 cosecheros, los cuales eran sometidos a rigurosos controles y obligados a declarar al fisco la cantidad de uvas o de mosto que producían. Incluso existían viñedos famosos en diversas calles de Madrid, como los ubicados en los alrededores de la calle de Segovia, o los localizados en las pendientes del río Manzanares, y también en la actual Castellana a la altura de donde se encuentran hoy los Nuevos Ministerios. También existía un gran viñedo en buena parte del actual aeropuerto de Barajas, e incluso en el mismo Carabanchel, cuyo vino de moscatel era famoso y bien cotizado.
Pero el imparable crecimiento de los polígonos industriales y la conversión de los pueblos en ciudades-dormitorio acabaron con los vinos de Valdemoro, Pinto, Getafe, Móstoles, Torrejón, Alcobendas y Alcalá de Henares, y también el aeropuerto y las bases aéreas hicieron lo mismo con los viñedos de Barajas y Torrejón.
La expansión de Madrid, el asfalto y también la plaga de la filoxera terminaron por suprimir prácticamente todos estos viñedos cercanos a la capital, sobreviviendo a duras penas algunas pocas hectáreas en San Martín de Valdeiglesias, Navalcarnero y Arganda, zonas que fueron importantes y que contabilizan a la entrada del XX más de 60.000 hectáreas de viñedo. La primera plaga de la filoxera en el viñedo de Madrid se detectó en 1914 en San Martín de Valdeglesias, que se extendió rápidamente a otras zonas y arruinó buena parte de este viñedo madrileño, provocando también un cambio sustancial en los vinos típicos de la comarca. Fueron unos años difíciles para los viñedos y los vinos de Madrid, y la verdadera recuperación no llegaría hasta los años 1950, tras la guerra, cuando se empezó a implantar de forma masiva variedades seleccionadas básicamente por su alto rendimiento y su grado alcohólico, tomando protagonismo la tinta Garnacha en las zonas de Navalcarnero y San Martín, y la blanca Airén en Arganda. En esta época surgen la mayor parte de las cooperativas, las cuales suministran una gran cantidad de vinos anónimos y sin grandes características a una capital que crece a un ritmo frenético, y entierran definitivamente de la historia de los vinos de Madrid los afamados moscateles de los Carabancheles, Villaverde, Hortaleza y Fuencarral.
Sin embargo, ante la crisis y la recesión del consumo de los vinos anónimos y a granel en todo el país en la década de los años 1970, las zonas de producción se replantean una nueva reconversión del sector vitivinícola. A partir de ese momento se trabaja para la recuperación de algunas de las variedades de uva típicas de la zona y se actualizan los métodos y los criterios de elaboración para lograr vinos más acordes con las nuevas tendencias de consumo, sobre todo de vino embotellado.
De nuevo los ochenta marcan un antes y un después en los vinos de Madrid con la puesta en marcha de la nueva Denominación Específica Vinos de Madrid en 1984, y la posterior Denominación de Origen legalmente reconocida en 1990. Un año más tarde, algunos vinos ya lucieron la contraetiqueta Vinos de Madrid, y en enero de 1992 se empezaron a comercializar los primeros vinos de crianza. Así renacía ese largo reconocimiento histórico, pero también era todo un reto para unos vinos desconocidos, incluso para gran parte del mercado madrileño.
La DO Vinos de Madrid se encuentra en el centro geográfico de España, al sur de Comunidad de Madrid, formado un semicírculo al sur de la capital. Sus 8.300 hectáreas de viñedos inscritos se reparten por un total de 54 municipios, más la finca denominada El Encín, en Alcalá de Henares, las cuales las trabajan 2.891 viticultores, elaboran 44 bodegas, y se distribuyen en tres subzonas: Arganda, Navalcarnero y San Martín de Valdeiglesias.
Clima, suelo y variedades
Subzona de Arganda. Abarca 26 municipios más la finca El Encín, y está situada al sudeste de la Comunidad de Madrid. Es la zona más grande de las tres, con más del 50 % del total de los viñedos inscritos. Su cultivo se asienta preferentemente sobre suelos y terrenos de arcilla y greda, formando terraplenes que descansan sobre granito con una buena cantidad de tierra calcárea, y por sus tierras corren las aguas del río Jarama, afluente del Tajo, y la de sus afluentes Tajuña y Henares. Aquí el clima es continental típico, con temperaturas extremas tanto en invierno como en verano, y la pluviometría es bastante escasa, con precipitaciones concentradas en primavera y otoño, mientras que la insolación ronda una media de 2.800 horas de sol al año.
Subzona de Navalcarnero. Es muy llana, comprende 19 municipios, y se localiza en la zona sur-central de la Comunidad Autónoma de Madrid. Está surcada de norte a sur por el río Guadarrama, y su clima también es continental, con veranos calurosos e inviernos fríos, y unas 3.000 horas de sol al año. Aquí la pluviometría es muy baja, apenas llega a los 300 litros de lluvia por metro cuadrado, pero la naturaleza del suelo donde abundan los terrenos pardos no cálcicos, pobres en nutrientes, y unos subsuelos de arenas gruesas y arcillosas, presenta una buena retención de agua y permite un buen cultivo de la vid. La producción vinícola representa tan sólo el 15% del total, y está dominada por bodegas cooperativas aunque hoy en día están entre las más modernas de Madrid, y el vino embotellado que comercializan ha alcanzado un nivel de calidad.
Subzona de San Martín de Valdeiglesias. Se encuentra en el extremo suroeste de la Comunidad de Madrid, y es la más pequeña de las tres subzonas, aunque es la segunda en cuanto a producción de vino ya que sus viñedos suponen el 35% del total. La proximidad del Sistema Central proporciona un relieve más accidentado y también le sirve de protección frente a los vientos fríos del norte. Es por eso que su clima, todavía siendo continental, presenta temperaturas más templadas y un ambiente más húmedo, que se refleja en unos paisajes menos áridos y con más abundancia de dehesas, montes y pinares. Los suelos con tierras pardas asentadas sobre granito, pobres en humus y pH ácido, presentan una buena aptitud para la producción de vinos de calidad.
En las tres subzonas, las variedades tintas autorizadas son la Tempranillo (también conocida como Tinto Fino o Cencibel), Garnacha Tinta, Merlot, Cabernet Sauvignon y Syrah, mientras que en blancas destacan la Malvar, Airén y Albillo, además de la Viura (también conocida como Macabeo), Parellada y Torrontés Moscatel de grano menudo. Una de las variedades más exclusivas de los Vinos de Madrid es la variedad blanca Malvar. Es una variedad que tiene algún parecido con la Airén, pero en realidad se trata de una cepa diferente. Esta variedad da unos blancos vinos ligeros y con cierta frescura, pero también posee un mayor relieve aromático que los elaborados con Airén. También en cada una de las subzonas hay cierta preponderancia al cultivo de las variedades, por lo que en la zona de Arganda destaca la tinta Tempranillo y la blanca Malvar, en Navalcarnero se centran en la Garnacha Tinta y la blanca Malvar, y en San Martín predominan la Garnacha Tinta y la blanca Albillo.
Vinos y bodegas de la DO Vinos de Madrid
Como vinos de la DO Vinos de Madrid se elaboran blancos, rosados, tintos y espumosos naturales, además de un vino típico bajo la contraetiqueta de vino “sobremadre”. Estos vinos son blancos o tintos cuyo mosto fermenta con la uva estrujada-despalillada (madre), y una vez terminada la fermentación, las madres permanecen junto al vino un máximo de 6 meses, con ausencia de trasiegos hasta su embotellado. Estos vinos contienen gas carbónico de origen endógeno, procedente de la propia fermentación de los mostos con sus madres. Actualmente, en la DO Vinos de Madrid hay 8 bodegas que elaboran vinos a partir de uvas procedentes de la Agricultura ecológica y que están inscritas en el "Comité de Agricultura Ecológica de la Comunidad de Madrid".
Sin embargo, dentro de las 44 bodegas elaboradoras se encuentran un número importante de cooperativas que aglutinan buena parte de la producción total de vinos, aunque también hay una colección de jóvenes enólogos y viticultores trabajando con mucha ilusión, dedicación, conocimiento y visión para elaborar vinos muy personales y genuinos, sobre todo en las zonas más altas y la variedad Garnacha Tinta.
En ese sentido, merece una mención especial Comando G, con los personajes Dani Landi, que cuenta también con su propio proyecto tras abandonar la bodega familiar Jiménez-Landi de Méntrida, y Fernando García, enólogo a su vez de Bodega Marañones, en la DO Vinos de Madrid. Aunque son defensores e impulsores, junto a otras bodegas, de la asociación Garnachas de Gredos y su posible DO, elaboran bajo dos denominaciones de origen: Vinos de Madrid y VT Castilla y León. Como Vinos de Madrid elaboran La Bruja Avería, un tinto de Garnacha con 5 meses de barrica, que según el planteamiento borgoñón de la bodega, es su “vino de pueblo”, el que debe transmitir el paisaje de Rozas de Puerto Real. Las uvas, de las que aún se compra en torno al 40%, proceden de la parte baja del valle en forma de U que se dibuja entre los municipios de Rozas, Cadalso y Cenicientos. Es un vino directo, goloso, muy frutal, franco y fresco. También con las credenciales Vino de Madrid elaboran Las Umbrías, otro 100% Garnacha procedente del Valle del Tiétar, que nace de la primera viña abandonada y recuperada a base de biodinámica con que la elaboró Comando G en la cosecha 2008, una parcela de media hectárea con cepas de unos 60 años situadas en lo alto del llamado monte de los Corzos (1.000 metros), con los característicos suelos de granito de la zona y aquí además algo de arcilla roja. Su última creación es el Rozas 1er Cru, un 100% Garnacha procedente de una parcela de 3 hectáreas con viñedos de 50-60 años en suelos de granito con arenas y arcillas en superficie, situados en los parajes de Matallana, Prado Nebrillo y Arroyo en la localidad de Rozas de Puerto Real en el Valle del Tiétar a 900 metros de altura. Es un vino que fermenta en tinos de roble francés con levaduras autóctonas, y una crianza de 12 meses en barricas de roble francés de 500 litros. También elaboran como VT de Castilla Rumbo Al Norte, La Mujer Cañón, una recolección de garnachas de 60 años a 900 metros, y El Hombre Bala con 10 meses de crianza.
Un ejemplo de bodega pequeña es El Regajal, que empieza en el año 1998 con la plantación de la viña, y actualmente se extiende sobre 16 hectáreas, con las variedades Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah, cultivadas con criterios del cultivo de la biodinámica para obtener unos vinos realmente fieles a su terroir. Cuenta con Jerome Bougnaud, que pertenece a la cuarta generación de una familia de viticultores de la región de Cognac, donde gran parte de su carrera profesional la ha desarrollado en España, por lo que desde hace años es “vigneron” de El Regajal, además de Quinta Sardonia y Dominio de Pingus. La finca dispone de una pequeña y moderna bodega de vinificación y crianza donde los vinos envejecen en barricas de roble francés, y se comercializan bajo las etiquetas Galia, un tinto elaborado con Tinto Fino y Garnacha y envejecido 19 meses en barrica de roble francés; Las Retamas de El Regajal, elborado con un puzle de Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah y Petit Verdot, y envejecido 10 meses en barrica de roble francés; y el Ragajal Selección Especial, envejecido 15 meses en barrica de roble francés, con Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah y Petit Verdot.
Otro ejemplo de bodega moderna y minúscula es Licinia, que se encuentra en Morata de Tajuña, posee 28 hectáreas de viñedo propio, y en otoño de 2006 se cosechó la primera añada de Licinia. Elabora sólo un tinto, el Licinia, con Tempranillo (65%), Syrah (25%), Cabernet Sauvignon (10%), y una crianza en barricas de 225 litros de roble francés nuevas durante 12 meses. Posee un aroma de buena intensidad, con fruta negra, notas tostadas, especiadas y un punto floral, con sutiles notas minerales; redondo, glicérico, intenso en fruta y aromas, sabroso y muy persistente.
4 Monos Viticultores, en Cadalso de los Vidrios (Madrid), son cuatro amigos de Madrid que decidieron explotar las virtudes ecológicas de viñedos de altitud para crear vinos muy personales y distintos. En un viñedo de Cadalso de los Vidrios encontraron Cariñena, que ensamblan junto a la Syrah y la Garnacha en su tinto 4 Monos. También elaboran el blanco 4 Monos Albillo, y La Danza del Viento, un tinto de Garnacha de una finca a 820 metros, que se elabora con 100% raspón y 14 meses de barrica en San Martín.
Bodega Ecológica Luís Saavedra, fue la primera bodega ecológica de la zona, aprovechando las excelentes condiciones del terreno en Cenicientos para sus Garnachas y Albillos, pero también para sus cepas de Merlot, Tempranillo o Cabernet Sauvignon, que cultiva sin herbicidas ni pesticidas, vendimia manual, levaduras autóctonas, etc., lo que atrajo la atención de los judíos, por lo que elabora el único vino kosher con sello ecológico de España, el Corucho Kosher, y otras marcas para la comunidad judía, así como un tinto roble con garnacha de 75 años y 4 meses de barrica.
Bodega y Viñedos Barnaveleva, en San Martín de Valdeiglesias, en plena ruta del oso y los toros de Guisando, esta bodega es pionera en recuperar las Garnachas en vaso de hasta 800 metros, la tinta Morenillo y las uvas blancas Albillo y Moscatel de grano menudo, que cultiva con procesos biodinámicos. Su etiquetas más comerciales son Cantocuerdas Moscatel y Albillo, Navaherreros en versión blanco y tinto, y los vinos de finca: Bernaveleva Arroyo de Tórtolas, Bernaveleva Carril del Rey, y Bernaveleva Garnacha de Viña Bonita.
Bodega Marañones, en Pelayos de la Presa, donde el enólogo Fernando García y el abogado Fernando Cornejo, decidieron unirse en un proyecto para recuperar las uvas locales Garnacha y Albillo. Posee 20 hectáreas de viñedos y la bodega fue pionera en ofrecer los primeros blancos con Albillo criados sobre sus lías en barricas de 500 litros y que evolucionan después en crianza hasta un año, como su blanco Picarana. Destacan el tinto Treintamil Maravedíes de Garnacha y Morenillo, y el vino de paraje Marañones (Garnacha), así como los vinos de finca Peña Caballera, el blanco de albillo Pies Descalzos, y el tinto Labros, con una Garnacha de finca pedregosa.