El cava nació a imagen y semejanza del Champagne, pero a más de 1.200 kilómetros de distancia en latitud y con una diferencia de 100 años, con lo cual nunca es posible elaborar un producto exactamente igual, incluso aplicando el mismo método y el cultivo de las mismas variedades. El clima y el suelo inciden de forma directa en los rendimientos de las plantas y las cepas que aquí mejor vegetan son distintas a las de la Champagne. Por suerte, los más convencidos de ello son los propios elaboradores que, desde hace ya muchos años, coinciden en elaborar un espumoso con personalidad propia, haciendo alarde del dominio de la segunda fermentación en botella como ninguna otra región vitivinícola del mundo.