Descubriendo La Salada de la mano de Toni Carbó
Solo al llegar a Les Parellades, un pequeño barrio en El Pla del Penedès (Cataluña), ya se vislumbra la silueta de Toni Carbó a lo lejos, subido en su tractor. Aquí, en el Penedès, las lluvias recientes han sido generosas, las hierbas crecen con fuerza por todos lados y el trabajo, como dice el propio Toni, nunca se termina. ¡Qué mejor manera de introducirnos en La Salada!
Para entender de verdad su proyecto, no hay mejor manera que subirse a su furgoneta y dejarnos llevar hasta el origen de todo: la viña que ya cultivaban sus abuelos. Aunque las lluvias han dejado los caminos difíciles y las hierbas hacen de las suyas, llegar a la masía de Cal Ton de La Salada es como hacer un viaje en el tiempo. Allí nació su abuelo y allí trabajaron sus antepasados las viñas del “Señor”. El paisaje es espectacular, pero entre todas las viñas, hay unas que destacan por su silvestre belleza: las de Toni. Como él mismo dice con una sonrisa: “las mías son las que más hierbas tienen”.
Toni no se define como biodinámico, aunque comparte muchos de sus valores. Prefiere hablar de conexión, de vínculo real con la tierra. Para él, tener que comprar preparados o seguir normativas que le alejan del contacto directo con la viña no tiene sentido. Lo suyo es estar ahí, cada día, como lo hicieron su abuelo y su padre. Porque Toni cree en la viña, no en las etiquetas. Y por eso cuida personalmente las 23 hectáreas familiares y 3 más de amigos y vecinos.
Viñas ecológicas trabajadas con respeto y sensibilidad, y vinos elaborados con la mínima intervención, buscando siempre expresar lo que la tierra tiene que decir. Son vinos naturales, profundamente ligados al Penedès, pero sin atarse a ninguna denominación de origen. Toni quiere vinos libres, que respiren autenticidad y reflejen el alma de La Salada.
Aunque este proyecto es profundamente personal, Toni no es nuevo en el mundo del vino. Toda su vida ha estado ligada a la viña, creció entre cepas, estudió en una escuela agraria pensada para hijos de pagesos (agricultores, en catalán), y junto a su amigo Ramón Jané, creó el proyecto Mas Candí. Pero fue una copa —mejor dicho, tres— la que le cambió la vida: un vino del maestro de los vinos naturales catalanes, Laureano Serres. La primera copa le desconcertó, la segunda le intrigó, y la tercera lo enamoró. Desde entonces, no dejó de investigar, leer, preguntar… buscar.
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Una de sus grandes inspiraciones fue La Dive Bouteille, una feria de vinos naturales cerca de Saumur (Francia), considerada una de las más importantes del mundo. Allí no encontró trajes ni discursos pomposos: encontró pasión, tierra, y conversación real sobre viñas, no sobre marketing.
Toni no deja de experimentar y va un paso más allá. Hoy está desarrollando coupages directamente en la viña, plantando distintas variedades en la misma parcela para vinificarlas juntas. Una apuesta que nace de su filosofía esencial: todo está en el viñedo.
Y así es como Toni elabora sus vinos: únicos, auténticos, diferentes. Desde el contenido hasta el continente. Cada etiqueta, cada nombre, habla de un momento, una historia, una emoción vivida. Y es que La Salada no es solo vino. Es una forma de estar en el mundo.