Descubriendo a Mireia Pujol-Busquets, copropietaria del Celler Alta Alella
Mireia Pujol-Busquets pertenece a la segunda generación de elaboradores de vinos y espumosos del Celler Alta Alella, una bodega ubicada a escasos kilómetros de Barcelona, que se alza majestuosa en el Parque Natural Serralada de Marina, abrazada por un hermoso anfiteatro formado por terrazas de viñas que dan vida a un paisaje extraordinario que mira hacia el imponente mar Mediterráneo; un lugar donde se elaboran vinos y espumosos bajo una filosofía de respeto al entorno, que ha conseguido llevar su elegancia y calidad a rincones lejanos del mundo, cosechando reconocimiento nacional e internacional.
Conozcamos más sobre Mireia Pujol-Busquets, cuya tenacidad y amor apasionado por la tierra y su entorno se reflejan en cada sorbo de vino y en cada burbuja de espumoso. Comprometida con la sostenibilidad y la mínima intervención, Mireia encapsula con elegancia la esencia de un territorio y una añada en cada botella de Alta Alella.
- Mireia, prácticamente has crecido a la par que Alta Alella, vuestra bodega familiar. ¿Recuerdas cuál fue tu primer encuentro significativo con el mundo del vino y cómo te impactó?
Mi primer contacto con el vino fue con mi madre, que abrió una tienda de vinos en Badalona cuando yo tenía dos años. Recuerdo especialmente las Navidades, la locura de la gente y de los lotes de Navidad, y cómo empecé a envolver regalos desde muy pequeña. También me acuerdo de ir a visitar a mi padre a Marqués de Monistrol, donde trabajaba cuando yo era pequeña. Recuerdo estar en el viñedo y la bodega, pero, sobre todo, rodeada siempre de muchas botellas.
- Licenciada en Biología, Máster en Agricultura Ecológica y grado superior de Sumiller. Saliste de casa para trabajar nada más y nada menos que en la ONU, pero, como las golondrinas, volviste al nido. ¿Qué es lo que te hizo regresar?
Siempre digo que todos los caminos vuelven a Alta Alella. A los 17 años, es natural y sano hacer tu propia historia y descubrir el mundo. Para mí, viajar siempre ha sido importante y mis padres siempre nos han llevado de aquí para allá, lo que nos abrió mucho la mente a mi hermana y a mí.
Estudié biología y tuve la suerte de trabajar en Naciones Unidas con una beca en temas de medio ambiente. Luego volví aquí y empecé un máster en agricultura ecológica mientras ya trabajaba en Alta Alella. Después, volví a Suiza, luego me fui a Estados Unidos. Creo que es parte de la madurez hacer tu propio camino, aunque siempre supe que volvería. ¿Qué me hizo regresar? Llega una edad en la que también necesitas más estabilidad y la bodega necesitaba un relevo generacional y ese era mi rol; era el momento, así que regresé. Fue algo bastante natural.
- Trabajas codo a codo con tu padre, Josep Maria Pujol-Busquets, un enólogo con una reputación impecable, quien además fue profesor durante 10 años en la Universidad Rovira i Virgili; y tu madre, Cristina Guillén, es propietaria, desde 1987, de una reconocida tienda de vinos. ¿De qué manera han influido en tu vida profesional?
Creo que mis padres han influido tanto en mi vida personal como profesional. Cuando te dedicas a este mundo es difícil diferenciar entre ambos. Han influido en mi estilo de vida, especialmente en vivir en el maravilloso lugar donde vivo, lo cual es lo más importante para mí.
Probablemente, si ellos no se hubieran dedicado al vino, yo tampoco lo habría descubierto. Quizás me habría dedicado a algo relacionado con la agricultura, pero no algo tan concreto.
Ellos me han influido muchísimo en un buen sentido: me han enseñado a valorar y querer nuestro territorio y a desarrollar un proyecto en un lugar con historia vinícola, inculcándome, sobre todo, el valor de recuperar la historia del lugar.
- La D.O. Alella tiene una uva insignia: la pansa blanca, que es como se le conoce ahí a la variedad xarel·lo. ¿Qué nos puedes decir sobre esta uva y sus vinos y cuáles son, para ti, las cualidades que la distinguen de otros xarel·los de Cataluña?
La pansa blanca es una de las uvas más tradicionales de nuestra zona, conocida como xarel·lo en otras denominaciones de origen. Su singularidad, y la de otras variedades mayoritarias que también plantamos aquí y que se cultivan en otros sitios, radica en el reto de conseguir que estas variedades transmitan las características del lugar donde se cultivan. En nuestro caso, yo creo que lo conseguimos.
En el caso de la pansa blanca buscamos que refleje la mineralidad de nuestro suelo, el sauló, y que transmita que estamos cerca del mar y yo creo que con nuestra pansa blanca lo conseguimos.
Una de las cosas más interesantes de la pansa blanca, más allá del perfil que combina notas de manzana, hinojo y un toque de amargor, para mí, lo que diferencia más a nuestra variedad, son las notas que desarrolla sobre todo cuando tiene crianza en botella: esas notas más de reducción y un carácter similar a un riesling viejo que la hace muy interesante, manteniendo su frescor y un toque salino que nos diferencia tanto y que es como una huella de identidad de Alta Alella.
- ¿Cómo describirías el estilo de vinos y espumosos que se elaboran en Alta Alella?
Siempre decimos que nuestros vinos y cavas son transparentes, reflejan el terroir, la añada y nuestras características: variedades, suelo, clima, mar, la orografía del paisaje y las personas que estamos detrás de este proyecto. Son vinos limpios. Todos los cavas son brut nature.
Yo siempre digo que el vino te permite viajar en el tiempo. Cada añada es única porque cada año es diferente. El clima no es el mismo, por lo tanto, las viñas son tratadas de maneras diferentes; el día de vendimia no es el mismo, el proceso de elaboración no es exactamente el mismo y esto se tiene que transmitir, ¿no? Porque si no, ¿por qué nos dedicamos a la agricultura ecológica? ¿Por qué vendimiamos a mano? ¿Por qué podamos a mano y hacemos tanta selección de la uva? No tendría sentido.
Es importante que todas estas características se puedan transmitir, que sean vinos muy transparentes y sin maquillajes.
- Nos encontramos en un momento crucial en el que, o se toman medidas para afrontar los desafíos que plantea el cambio climático o entraremos en un camino sin retorno. Dentro de Alta Alella, la adaptación a estos cambios y todas aquellas prácticas destinadas a promover la sostenibilidad son ejes fundamentales de vuestra filosofía. ¿Cómo ha afectado el cambio climático a la viticultura en la región de Alella y cómo lo abordáis en Alta Alella?
Como agricultores, desde hace muchos años somos conscientes del cambio climático. Además de la irregularidad en las estaciones y precipitaciones, el aumento de temperaturas es el cambio más significativo. Esto nos lleva a ser más conscientes de la sostenibilidad. Las generaciones pasadas han pensado más en el presente, porque finalmente la vida era más corta, pero ahora pensamos más en el futuro, en el legado y en el mundo que dejamos a las generaciones futuras.
Con el cambio climático se nos plantean muchos retos y uno de ellos es tener una viticultura más adaptada, por eso participamos en un proyecto para desarrollar variedades resistentes y autóctonas adaptadas al cambio climático (VRIAACCS).
Queremos evitar tratamientos fitosanitarios porque la agricultura ecológica, a nivel mundial, aún permite tratamientos de azufre y cobre en los viñedos para luchar contra los hongos o las plagas que nos afectan.
En la mayoría de los cultivos, todas las plantas son clones que se han reproducido de manera asexual, por lo que no han evolucionado, y, por lo tanto, no están adaptadas al cambio de temperaturas o a la presencia de enfermedades. Por ello estamos desarrollando este proyecto, ya bastante avanzado, para realmente poder tener plantas más adaptadas a las condiciones climatológicas sin perder las características organolépticas de nuestras plantas tradicionales para no perder la cultura del vino que tenemos en nuestro territorio.
- En el Celler Alta Alella habéis creado una vertiente encargada de la elaboración de vinos y espumosos naturales o de mínima intervención a la que habéis bautizado como Celler de les Aus. ¿Nos podrías contar cuál es la razón del nombre y en qué consiste este proyecto?
El Celler de les Aus es la bodega radical de Alta Alella. Se fundó en el 2012, a raíz de que me hice joven agricultora de la Unión Europea; fue mi proyecto, pero la idea comenzó en 2006 cuando mi padre desarrolló el primer cava de España sin sulfitos, el Alta Alella Bruant.
Decidimos crear una gama completa de cavas, vinos blancos, tintos y dulces, todos sin sulfitos, con mínima intervención y de producciones limitadas, donde dar rienda suelta a nuestra imaginación y a nuestras ganas de crear. El Celler de les Aus (la Bodega de las Aves) es un homenaje a los pájaros del parque natural donde estamos ubicados, a 10 km de Barcelona. Si nuestra zona no estuviera protegida, no podríamos estar aquí; queríamos destacar la importancia del parque natural haciendo este guiño a los pájaros.
- Alta Alella es una de las principales bodegas promotoras del enoturismo en Cataluña. ¿Cómo nació el interés por desarrollar actividades relacionadas con el vino? Bajo vuestra propia experiencia, ¿qué beneficios aporta el incluir al enoturismo como parte complementaria al trabajo de una bodega?
Surgió de manera natural. Mientras trabajábamos en las tareas vitivinícolas venía alguien, te pide si puede hacer una visita. Te viene el cliente de un cliente, el amigo del vecino…
Al ver el interés de la gente por el vino, en 2012 convertimos una antigua balsa de agua en nuestro centro de enoturismo. Durante el COVID, replanteamos nuestro proyecto y nos enfocamos más en el público local con el reto de conseguir que la gente repita la visita.
El enoturismo es un creador de experiencias constante; estamos muy cerca de Barcelona, lo cual también es todo un reto el competir con la gran oferta de experiencias que ofrece la ciudad, lo nos obliga a diferenciarnos.
Poco a poco hemos consolidado nuestra marca de enoturismo. Tenemos 10 mil visitantes al año. No queremos crecer más a nivel de volumen, queremos ofrecer actividades más interesantes muy relacionadas con la gastronomía, el vino, el arte o la naturaleza, dirigidas especialmente para familias y niños.
Antes fidelizábamos a nuestros clientes con un producto, una botella de vino que es algo material, ahora podemos fidelizar a través de una experiencia, y esto evidentemente es algo incomparable. Estamos orgullosos de ver el creciente interés, tanto nacional como internacional, en la sostenibilidad, la viticultura y la cultura del vino, lo cual es muy gratificante.
- El enoturismo es, definitivamente, una manera accesible de acercar el vino y su entorno a las personas. Pero, ¿realmente sabemos comunicar el vino? ¿Cómo crees que podemos mejorar la comunicación del vino y acercarlo a las nuevas generaciones, siempre promoviendo un consumo responsable?
Yo creo que a través de experiencias y es un poco lo que intentamos hacer nosotros y adaptar actividades a diferentes segmentos de mercado: desde familias con niños, donde tanto padres como hijos puedan disfrutar, hasta días especiales como el Día de la Madre o el Día de la Mujer más dedicados al público femenino donde hacemos yoga u otras actividades que nos permitan crear vínculos y disfrutar del vino.
Ofrecemos experiencias como visitas teatralizadas, actividades en la naturaleza y cenas maridaje con productos de temporada, de proximidad, para dar valor a la gastronomía local, acompañada de buenos maridajes con nuestros vinos.
Y, sobre todo, queremos destacar que no solo tenemos que comunicar que el vino es solo para consumir; el vino es muchísimo más, es el valor añadido al hecho de poder vivir en un entorno privilegiado como en el que vivimos y el que creamos para el resto de la comunidad. No es lo mismo decir: “voy a plantar cinco hectáreas de viña”, que “voy a construir cinco fábricas”. Esto es algo beneficioso a nivel social y ambiental; el vino es el que nos lo permite y le tenemos que dar valor. Hemos aprendido a compartir todo lo que el vino nos aporta y creo que es muy importante.
- Este verano se cumplen 23 vendimias del cava más emblemático de la bodega: Mirgin, cuyo nombre es producto de la unión de Mireia y Georgina, tu nombre y el de tu hermana. Un espumoso que, sin duda, os ha dado muchas alegrías. ¿Qué nos puedes decir de los cavas Mirgin? ¿Cómo ha sido su evolución a través de estas 23 vendimias?
Somos una bodega joven, pero con mucha experiencia. Aunque son 23 vendimias de Mirgin, en Alta Alella, mi padre ya había elaborado cavas desde mucho antes. Hasta ahora, Mirgin ha sido un camino de paciencia, sobre todo desde los últimos siete u ocho años, hemos apostado por largas crianzas y cavas más premium y esto requiere de mucha paciencia.
Si quieres sacar un cava de veinte años al mercado, tendrán que pasar veinte años. Este ha sido más el reto, de tener paciencia, de esperar el paso del tiempo y finalmente ahora estos últimos años empezar a poder compartir y disfrutar del valor del paso del tiempo y creo que es lo más interesante.
- Después de tanto trabajo, tanto en viña como en bodega, ¿cómo disfrutas de tu tiempo libre? ¿Tienes algún pasatiempo o pasión que comparta tus momentos de descanso con el amor por la tierra y el vino?
Intento tener una vida bastante organizada para poder tener tiempo libre. Necesito deporte para mantenerme centrada. Casi cada día dedico una hora para sentirme bien físicamente. Tengo la suerte de vivir delante del mar y de poder disfrutarlo con mis hijos y mi marido, siempre que puedo; tenemos un velero y salimos a navegar y desde el mar vemos las viñas y es maravilloso.
- Para terminar, ¿compartirías con nosotros el último vino o espumoso que hayas probado y que haya sido para ti un verdadero flechazo?
Justamente acabo de regresar de Colombia, donde he podido disfrutar mucho de la gastronomía de este país. Cuando viajo vendiendo los vinos de Alta Alella tengo la suerte de poder disfrutar muchísimo de la gastronomía y de otros vinos, porque finalmente son momentos de compartir.
Probé varias cosas, pero uno de los vinos que más me sorprendió es un vino blanco de Portugal, elaborado con la variedad albariño, que se llama Soalheiro Granit y es un vino del estilo que a mí me gusta: muy mineral, un albariño que no es muy aromático, sino que es más hidrocarburos, más reductivo... ¡me encantó!