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Descubriendo a Eduardo García, director técnico de Bodegas Mauro

02/10/2024 Entrevistas

Detrás de cada gran vino siempre hay una historia, y la de Eduardo García, director técnico y enólogo de Bodegas Mauro, es una de esas que nos invita a mirar más allá de la etiqueta. Nacido y criado entre barricas y viñedos, Eduardo lleva en su sangre el legado de su abuelo, Mauro, y de su padre, Mariano García, uno de los enólogos españoles más respetados y admirados en el mundo del vino.

Sencillo y generoso, Eduardo ha ido construyendo su propio camino viviendo la enología no solo como un oficio, sino como una verdadera pasión heredada y cultivada a lo largo de los años.

Acompáñanos a descubrir más sobre Eduardo García, desde sus inicios en Mauro y San Román junto a su padre, hasta sus proyectos actuales elaborando vinos con personalidad que demuestran que juventud, experiencia y tradición pueden ir de la mano.

- Crecer en una familia tan arraigada en la viticultura debe haber sido una experiencia única. Tu abuelo, Mauro, trabajó en la reconocida bodega Vega Sicilia, luego Mariano, tu padre. ¿Tienes alguna anécdota de la infancia sobre tu primer contacto con el vino y la viña que recuerdes con especial cariño y quieras compartir con nosotros?

¡Cómo no! Recuerdo que mi padre me llevaba a la bodega y estaba en el despacho o laboratorio con él, paseaba entre las barricas. Siendo algo más mayor, en verano, estando de vacaciones, iba a la bodega con algún amigo y nos poníamos a hacer cualquier cosa que mi padre nos mandara: etiquetar, rellenar... y a vendimiar. Sobre todo recuerdo los almuerzos con mis primos.

El contacto con la viña fue algo posterior, allá en los años 1994-1995 con la viña vieja de la parcela Traspinedo que compró mi padre por aquella época y con la que se elabora Mauro VS.  

- Y, ¿qué fue lo que te hizo decidirte a seguir el camino vinícola familiar? ¿Lo tenías claro desde siempre o cómo fue que recibiste “la llamada del vino”?

No. Claro no lo tenía, de hecho, no sabía qué estudiar. Era de letras puras y por mi mente pasaron distintas profesiones: desde policía a militar, psicólogo… Realmente quería viajar, ver mundo y mi padre en ese sentido me apoyó y me animó a estudiar esto para conocer gente, otros sitios

Y así fue: empecé estudiando en Requena, de ahí a Burdeos… El destino. 

- Durante tu formación como enólogo has pasado por grandes bodegas en Borgoña, Burdeos o California. ¿Tenías claro que regresarías a España para formar parte del proyecto familiar o tenías otros planes entonces?

No sabía lo que iba a hacer, pero de haberme establecido fuera hubiera sido en Francia. De hecho, vivía allí cuando estando en España de vacaciones durante el verano, en un viaje a Galicia con mi padre, me comentó que el encargado de San Román se había ido y me pidió que me quedara por una temporada. Y así hice, me quedé en San Román. Después surgieron otros proyectos en Castilla y León: Ribera y Bierzo; el hacerme cargo de la viticultura de Mauro… todo ello hizo que me quedara. Fue la vendimia del 2001, cuando me enganchó todo y me quedé. 

Es curioso porque Mariano me aconsejaba que viajara, que conociera… pero también me pidió que me quedara. En cualquier caso, fue todo muy fluido, sin presiones.

- Comenzaste en Bodegas San Román, vuestro proyecto familiar en la D.O. Toro (Castilla y León, España). ¿Cómo ha sido tu recorrido vinícola desde entonces?

Estando en San Román en 2001 como director técnico, empecé 3 proyectos personales, así como el desarrollo de la parte vitícola en Mauro y la parte enológica con mi padre en bodega. Fueron cinco años aprendiendo, de formación hasta el año 2006, cuando ya tomé las riendas haciendo mi propio equipo. 

A partir de ahí, llegaron otros proyectos familiares al 100% como Garmón en la Ribera del Duero en 2014; Baynos en la Rioja Alavesa en 2020 y Valeyo en El Bierzo en 2021.

- Tu padre, Mariano García, es todo un referente en el mundo del vino. Alguna vez has dicho que, para ti, él es el mejor asesor del mundo. Trabajar codo a codo con tu padre debe tener sus desafíos y recompensas. ¿Cómo describirías vuestra relación en el ámbito profesional? ¿Os influenciáis mutuamente? ¿Sientes que tu enfoque y estilo enológico difieren mucho del de tu padre, o crees que compartís una visión similar sobre cómo debe hacerse un vino?

Nos llevamos muy bien y tenemos una visión similar, inspirándonos mutuamente. De hecho, nos entendemos tan bien que lo hacemos, a veces, sin hablar; conectamos bien. Si lo hacemos, nos gusta discutir en el sentido francés, el de compartir ideas, no confrontar.

En lo que podemos encontrar diferencias es en el enfoque, yo soy quizá más ordenado porque confío mucho en el trabajo de viñedo y en la materia prima que tengo, respetando un estilo, me considero flexible y adaptativo. Mariano, partiendo del mismo respeto a la viña, es más instintivo.

Ambos compartimos el gusto por los vinos con personalidad, con alma, que reflejen su origen. 

- Alguna vez has dicho que tu hermano Alberto y tú, no es que seáis el relevo generacional, sino que trabajáis en tándem con tu padre, Mariano, en todos los proyectos familiares. ¿Crees que Garmón es uno de los más especiales, ya que es un símbolo de la unión de vuestros dos apellidos: García y Montaña? ¿Qué nos puedes contar sobre este vino?

Así es. Convivimos las dos generaciones y nos nutrimos en todas las direcciones. Un ejemplo claro es el de Garmón Continental, donde confluye la sabiduría y experiencia de Mariano en la Ribera, junto a la clarividencia de Alberto y mi experiencia y formación.

Garmón es un vino donde separamos municipios, para nosotros referencia en la Ribera del Duero y en el que se manifiesta muy bien la esencia de la viña vieja en diversos minifundios y todo el potencial de nuestras viñas más jóvenes. Podríamos definirlo como un vino fino, sofisticado, estructurado, complejo…

Sintetiza perfectamente lo que es la familia García en la Ribera del Duero, sobre todo de Mariano, que es historia viva.

- Muchos dicen que, además de tu talento como enólogo, has aportado una extraordinaria visión empresarial a los proyectos familiares, lo que ha permitido una considerable expansión y mejora, tanto de los procesos, los viñedos y la elaboración de los vinos. Tuya ha sido la iniciativa de elaborar el primer vino blanco de la firma, Mauro Godello. ¿Nos podrías contar más sobre este vino y sobre los vinos más recientes que se elaboran bajo el paraguas de Bodegas Mauro en distintas denominaciones de origen?

Sí, comenzamos a elaborar Mauro Godello en el año 2013. La godello es una variedad muy versátil y difícil a nivel vitícola porque es delicada a la exposición al sol, de rendimiento contenido, pero muy equilibrada y de gran finura, con acidez, grasa en boca…; estoy muy contento con su evolución. 

Debido a la vinculación de la familia con El Bierzo, había una necesidad de hacer mencía que es una variedad que aparenta fragilidad, pero tiene de todo: finura, frescor, seducción… Además, hablamos de una zona con mucha magia y personalidad que, afortunadamente, hemos tenido oportunidad de conocer durante muchos años. 

En cuanto a La Rioja, hablamos de una zona histórica. Siempre hemos sido unos enamorados de los grandes clásicos y de las nuevas elaboraciones, por lo que se trata de una apuesta emocional y empresarial.

- De entre todos los vinos que elaboráis, ¿hay alguno con el que te sientas más identificado y por qué?

Dicen que los vinos son como los hijos, difícil decir a cuál quieres más, y va a ser verdad.  

En todo caso, hay dos proyectos que destacaría por diferentes razones. Uno, San Román, por lo generoso de la naturaleza, el suelo… Tiene una personalidad y una calidad vitícola impresionante, además de un lado terroso muy genuino.

El otro, Garmón, por ser un vino más personal, de síntesis, resultado de lo aprendido con mi padre y a lo largo de mi vida. 

- ¿Cuáles son los próximos retos y objetivos que te has marcado en Bodegas Mauro? ¿Hay alguna tendencia en la viticultura o en la enología que crees que será clave en los próximos años?

El principal objetivo sería el de consolidar lo que tenemos, ahondar en la profundidad y pureza de nuestros vinos y disfrutar de ello.

A nivel vitícola estamos muy metidos en biodinámica, a la espera de certificación en viñedo. 

Entendemos que con el cambio climático hay que ser dinámico introduciendo nuevas variedades. Por ejemplo, en El Bierzo, además de mencía y godello trabajamos con garnacha tintorera, merenzao, estaladiña…, en Mauro con graciano o cabernet sauvignon…; en Toro con malvasía o garnacha…

Además, solemos incluir un pequeño aporte de uva blanca en tintos para más darle mayor frescor. 

- Creciste en una casa donde se bebía Mauro y Vega Sicilia. Tener contacto con grandes vinos y un referente como lo es tu padre debió haberte puesto más fácil el acercamiento al buen vino desde muy joven. ¿Qué crees que pasa con la juventud actual? ¿Tienes alguna sugerencia que sirva para acercar la cultura del vino a la población joven de una manera intuitiva y accesible?

Desde mi punto de vista, creo que si la juventud actual no se acerca al vino, es por factores económicos y culturales, en muchos casos lo asocian a un placer elitista, caro y más propio de gente mayor, con un conocimiento técnico. Hay que romper con el mito de que si no “se sabe” de vino no se puede beber; si no se conoce el lenguaje de vino, no se puede hablar de ello. La finalidad tiene que ser hacerlo accesible a cualquiera.

- Sabemos que el mundo del vino puede ser absorbente, pero ¿qué haces en tu tiempo libre para desconectar? ¿Tienes alguna afición fuera del vino?

Me considero afortunado en este punto, puesto que soy muy aficionado a la gastronomía, a disfrutar con amigos y familia de una buena mesa y mi trabajo me permite disfrutarlo a menudo.

Por lo demás, al tener cuatro niños pequeños no dispongo de mucho tiempo libre, pero sí me gusta el cine, pasear —ya sea por las viñas o por la ciudad— y pasar tiempo con ellos.

- Y, para finalizar, ¿podrías compartir con nosotros el último vino que hayas probado y que haya sido un verdadero flechazo?

Es difícil responder porque soy enamorado de los vinos, bebo muchos vinos de muchas zonas y tengo flechazos a diario, me enamoro a menudo. 

Admito que este verano ha habido varios vinos que me han gustado especialmente: por un lado, Chave Ermitage 2020; por otro, un Brunello de Montalcino, Stella di Campalto Bosco 2018, de corte vegasiciliano. Me gustan mucho los vinos italianos tradicionales,  quizá porque me recuerdan a mi padre; y por último, un vino de Gregory Pérez que me encanta, el Mengoba, Gran Cuvée 2016 de 4 años en barrica de 500 l.