Descubriendo a Anna Rovira, enóloga y directora técnica en Celler de Capçanes
Tercera mejor enóloga del mundo y la mejor de España, según la revista alemana especializada en vinos “Selection Das Genussmagazin”, Anna Rovira se ha hecho un hueco en el mundo del vino desde que entró hace ya más de 8 años en Celler de Capçanes, una cooperativa situada en la D.O. Montsant (Cataluña). Un reconocimiento al trabajo bien hecho que le ha dado fuerzas para continuar en un proyecto del que dependen más de 80 personas del pueblo y en el que se demuestra que el cooperativismo puede obtener resultados francamente buenos. Unos vinos high-class fruto del trabajo en común que reflejan perfectamente el gran potencial de la región vitivinícola del Montsant.
- En tu curriculum vemos que antes de estudiar enología, cursaste la carrera de ingeniería agroalimentaria. ¿Qué fue lo que te hizo decantar por el vino?
En casa siempre hemos tenido viñedo. Mi abuelo era agricultor, él ya trabajaba un pequeño viñedo y mi padre le siguió plantando un par de hectáreas más, así que siempre hemos trabajado la tierra. Es en el campo donde ellos siempre han sido felices. El mundo del vino es apasionante, mezcla una parte creativa con una más técnica y el trabajo es tan diferente en cada momento del año!
- Lo cierto es que en tu casa siempre ha habido una estrecha relación con la agricultura y la viña. Seguro que en la familia tienes algún referente que te guía en tu día a día. ¿Nos podrías explicar cuál es tu primer recuerdo con el vino?
Siempre me ha “tocado” ir a vendimiar! Mis referentes han sido mi abuelo que se ha dedicado siempre a la agricultura, y mi padre. Él es óptico, pero siempre le he visto infinitamente más feliz en el viñedo. Quizá sea esa la razón por la que ni mis hermanas ni yo nos hemos seguido su oficio.
- El tercer curso de enología lo estudiaste en la Universitat de Bourgogne (Dijon) y posteriormente te quedaste en territorio francés para realizar las prácticas durante tres meses en la Cooperativa de Mont Touch. ¿Qué es lo que te ha aportado en tu carrera profesional tu paso por Francia?
Podríamos considerar Francia uno de los países más importantes en cuanto a cultura e historia vitivinícola. En la Universidad, los contenidos eran de mucha calidad y nivel. He podido catar muchísimos vinos de las diferentes zonas, visitar muchas bodegas… pero con lo que me quedo es con el orgullo del que hablan sobre sus productos. Aquí nos falta creérnoslo un poco más. En Mont-Tauch ya era muy diferente. Allí manejábamos grandes cantidades de vino y uva, así que como bodega/ cooperativa grande fue muy interesante trabajar con mucha tecnología y otras dimensiones. En resumen, he podido valorar los pequeños y grandes productores de vino, los productos de las diferentes zonas, métodos más tradicionales y más modernos…
- Una vez vuelves a casa, ¿cómo salió la oportunidad de trabajar en Celler de Capçanes?
Fue bastante fortuito. Una profesora de la universidad me informó de una vacante en la bodega como ayudante de exportación, para controlar viñedo, ayudar en vendimia… un puesto polivalente. En ese momento no buscaba nada, pues quería terminar el trabajo final de carrera y no quería distraerme con nada. Pero en este caso solamente tenía que mandar un CV y hacer un par de entrevistas. Un viernes me graduaba y el lunes empezaba a trabajar en el Celler de Capçanes, y de esto ya hará unos 9 años y medio.
- Joven y mujer, dos adjetivos que a priori son positivos, pero que en algún momento te han podido crear inconvenientes. ¿Has notado alguna vez presión por alguno de estos dos motivos? ¿Crees que falta mucho para equilibrar las fuerzas de género en el mundo del vino?
Estamos hablando de tener que gestionar la entrada de un millón de quilos y tener que tratar con 80 socios viticultores cuya edad media ronda los 70 años. El comienzo fue complicado. Ellos tienen una experiencia que tú no tienes y eso es un hándicap. Luego imagino que ser mujer tampoco ha ayudado aunque nunca he oído ningún comentario al respecto. De hecho, ellos me dieron la oportunidad de ponerme al frente de la dirección técnica pero me lo he tenido que ganar trabajando muy duro. En este mundo del vino las mujeres jugamos con clara desventaja, queda muchísimo para éste equilibrio, pero poco a poco vamos alzando la voz para que se nos escuche.
- Tercera mejor enóloga del mundo y la mejor de España según la revista alemana, especializada en vinos, Selection Das Genussmagazin. ¿Qué ha supuesto en tu carrera recibir este reconocimiento?
Personalmente es bonito recibir un reconocimiento externo. En mi carrera no ha supuesto demasiado, quizá tenga aun más presión para intentar igualar o mejorar el nivel de nuestros vinos!
- Las cooperativas durante mucho tiempo se han relacionado con vinos a granel. Sin embargo, ya sois muchas las que estáis apostando por la elaboración de productos de mayor calidad ¿Cuesta hacerse un hueco en un mundo tan tradicional y sobre todo bastante marquista?
Cuesta mucho hacerse un hueco en el mercado sobretodo de vinos de mayor calidad. Siempre he considerado que el nivel de nuestros vinos es muy bueno pero cuesta que la gente te compare con los vinos de bodegas más pequeñas o de mucha calidad e incluso cuesta que los vinos puedan ser catados por ciertas publicaciones. La marca Cooperativa aun lleva asignadas etiquetas algo negativas.
- Teniendo en cuenta que en una cooperativa hay que aunar fuerzas y todos los miembros han de ir de la mano ¿Cómo hacéis para que un agricultor consiga vender los máximos kilos de uva pero sin perder un ápice de calidad?
Éste es nuestro reto! Lo importante es hacerle ver al socio/ viticultor la rueda en la que estamos: si la uva que entregan es de calidad, el vino será bueno, éste se venderá bien y ellos cobrarán bien! Aquí lo tienen muy interiorizado y tienen confianza ciega en lo que les pedimos. Yo sé que soy muy estricta muchas veces y pido mucho, pero pido a sabiendas del resultado que queremos. Con una buena uva difícilmente saldrá un mal vino, no hay más. Si es verdad que el hecho de ser Cooperativa hace necesario que haya un equilibrio entre la calidad que se requiere técnicamente y la cantidad de quilos para que ellos tampoco pierdan demasiado. Así pues adaptamos algunas vinificaciones y estrategias para que eso no suceda.
- Sin duda, Celler de Capçanes inició su andadura como bodega de vinos de calidad con la creación de sus vinos kosher. Sabiendo que se trata de vinos sujetos a una estricta supervisión durante toda su elaboración por parte de una persona cualificada por la religión judía, ¿cuál es tu papel, como enóloga de la bodega, en todo este proceso?
Mi papel es supervisar ese trabajo. Ellos son mis ojos y mis manos. Ellos deben hacerse cargo de toda manipulación del vino. Me sacan muestras cuando es necesario y yo hago la toma de decisiones. Es un vino con muy poca intervención puesto que no les tenemos cada día en la bodega. Pero son tan conscientes como nosotros de que la calidad siempre tiene que ser la mejor y por eso siempre estamos en contacto y ofrecen disponibilidad.
- Aunque sabemos que una madre quiere a todos sus hijos por igual, siempre hay alguno por el que tiene más debilidad. ¿Cuál de tus vinos te tiene el corazón robado? ¿Por qué?
Exacto! Para mí todos los vinos son muy importantes. Cada uno de ellos me ha llevado un tiempo a perfilarlos, no he podido centrarme en todos a la vez. Pero los que más satisfacción me generan es el Mas Donis rosado y el Cabrida. Ambos elaborados con garnacha, el rosado siempre me genera estrés lograr el color perfecto! Y con el Cabrida me divierte experimentar distintas elaboraciones con las mejores garnachas de la zona, tenemos mucha suerte.
- En un momento en el que las microvinificaciones son tendencia, es una muy buena excusa para buscar la máxima expresión de la variedad y el terruño y sobre todo para experimentar. En este punto, ¿cuáles son las últimas novedades de la bodega?
En cuanto a garnacha y cariñena se refiere, siempre estamos en búsqueda de su máxima expresión! Ya sea con distintos tiempos de maceración, distinto tratamiento de la uva, distinta selección de uva en el campo… tratamos siempre de que la variedad se muestre tal y como es, y que refleje cómo fue la añada.
- Con una larga y fructífera carrera por delante, Anna, ¿te ves estando siempre vinculada a la D.O. Montsant? ¿o te pica la curiosidad por elaborar vinos en otra región vitivinícola?
Me gustaría todo! Me encanta la DO Montsant, como estudiante siempre quise trabajar en esta zona que apuntaba maneras y estaba por descubrir. Y no me ha defraudado, a día de hoy me sigue fascinando la versatilidad que tiene la uva aquí! Pero por supuesto me encantaría abrirme a nuevas zonas y aprender más! Sea cual sea la zona, siempre hay algo interesante. En este aspecto soy muy inquieta, me encanta aprender.
- Aparte del vino, ¿tienes alguna otra pasión que nos puedas confesar? Y si la tienes ¿es compatible con el mundo del vino?
En mi tiempo libre me encanta hacer deporte, correr, hacer senderismo, tocar la guitarra, me gusta mucho el cine Europeo, y por supuesto me encanta comer bien, eso es totalmente compatible con el mundo del vino!
- Por último, ¿podrías compartir con nosotros el último vino que te haya sorprendido gratamente?
El último vino que me ha sorprendido ha sido Pedra de guix 2017 de Terroir al Límit. Vino blanco con aromas de fósforo, ligeramente oxidativo y muy mineral, me encantó!