Champagne
Cuando pensamos en Champagne a todos nos viene a la cabeza el glamour, el lujo, la elegancia. Esas burbujas doradas que se han convertido en el producto para élites por excelencia, asociado habitualmente a celebraciones y al éxito. Pero ¿sabes de dónde viene esta preciada bebida? Deja que te lo expliquemos.
Antes que nada, situarnos. Los viñedos de Champagne son los que se encuentran más al norte de toda Francia, a unos 150km de París. Un clima frío. Con influencias continentales y atlánticas, con posibles heladas en invierno y primavera, una buena insolación, temperaturas bajas regulares y abundante pluviometría. Los suelos mezclan en proporciones distintas arcillas y calizas, margas y tizas, y son óptimos para el cultivo de la vid.
Las variedades autorizadas por la Apellation de Origin Controlée, quien vela por preservar la calidad y la reputación de los vinos de la zona, son sobretodo la Chardonnay, Pinot Noir, Pinot Meunier, y en una pequeña proporción la Pinot Blanc, Pinot Gris, Arbane y Petit Meslier.
Además, los viticulotres y elaboradores han de seguir una estricta normativa que regula la conducción del viñedo, la dendsidad de plantación, los rendimientos de uva por hectárea y de mosto por kg de uva… Aunque entre tanta restricción se cuela una curiosidad: se permite la mezcla de añadas así como la mezcla de vino tinto con blanco para hacer rosado.
La Champagne históricamente ha sido una tierra de elaboración de vinos, y es que ya en época de los romanos era bien conocida. Aunque el nacimiento del vino espumoso, que luego la convertiría en una de las zonas más prestigiosas del mundo, fue un poco una casualidad. Como casi todos los grandes descubrimientos.
Nos tenemos que remontar al siglo XVII. El vino, todavía vino tranquilo, elaborado en la Champagne paraba la fermentación debido a las bajas temperaturas de la zona. Ese vino era transportado en barriles para su consumo en Inglaterra. Debido al calor soportado tras los largos traslados arrancaba una segunda fermentación dentro de la botella, liberando el carbónico tan característico. ¿Lo mejor? A los ingleses les gustaba, y mucho, este vino fermentado por segunda vez. Así que, a partir de aquí se empezó a mejorar el proceso de elaboración de esos vinos fermentados por segunda vez en la botella: botellas más resistentes que aguantaran la presión, grapas en los tapones, adición de azúcares y levaduras para controlar la segunda fermentación,…
¿Y cómo ha evolucionado el método de elaboración de aquel lejano siglo XVII hasta nuestros días? Pues en esencia sigue siendo lo mismo. Una fermentación realizada en botella, liberando CO2 que se convierte en burbujas.
Para conseguirlo, primero se realiza una fermentación a baja temperatura para extraer y preservar los aromas frescos y frutales de la uva. De esta se obtiene el llamado vino base. A partir de este vino base se realiza una segunda fermentación en botella añadiendo al vino azúcar y levaduras, liberando carbónico, siendo responsables de las preciadas burbujas. Al realizar esta segunda fermentación se producen ciertos sedimentos, básicamente lías, levaduras muertas. Para eliminar las lías, las botellas se colocan inclinadas en pupitres y se van girando e inclinando cada vez más para que los sedimentos se acumulen en el tapón. El tiempo que permanezca sobre sus lías, de crianza en rima, determinará en buena medida la calidad del Champagne. Cuánto más tiempo en rima, más cremoso y más integrada y fina será la burbuja.
Finalmente, se realiza el degüelle o dégorgement, la eliminación de los sentimientos producto de la segunda fermentación. Se congelan los cuellos de las botellas a unos -20ºC, luego se descorcha la botella y la presión del gas carbónico acumulado expulsa los sentimientos congelados en el cuello. Por último se rellena la botella con el mismo Champagne si se elabora un Brut Nature o con licor de expedición si se quiere dotarlo del dulzor deseado para elaborar un Champagne Brut, Semiseco…
Pero, ¿de dónde le viene la fama al Champagne? A parte de ser un gran producto y cuidar al máximo su elaboración, podemos decir que el marketing también ha contribuido en gran medida al éxito universal de este preciado espumoso.
Una de las primeras acciones en torno al Champagne fue asociar esta bebida a los éxitos deportivos. Una botella de Champagne fue el premio al ganador de la carrera automovilística de Pekín-París celebrada en el año 1907. Luego vino la Formula 1, las motos, y de esta manera el champagne quedó vinculado a las celebraciones y éxitos para siempre en el imaginario colectivo. Y es que hoy en día, no hay una celebración en todo el mundo que no cuente con un buen Champagne.
Mención a parte merece la bonita historia que cuenta que un monje, conocido por todos como Dom Perignon, fue el inventor del champagne en su idílica abadía. Un monje ciego, con habilidades especiales para identificar el viñedo de procedencia de cada una de las uvas que cataba. Una historia bonita, pero bastante alejada de la realidad, aunque la amplificación del marketing la ha convertido en real para la mayoría de todos nosotros.
¿Y sabes que? Que nos gusta. No se lo cuentes a nadie, y así lo seguiremos creyendo.