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Vermut Atamán es un macerado fuerte y amargo. En nariz es dulce, con recuerdos a frutas escarchadas, especias y cítricos. En boca es ácido, destacando los aromas a ajenjo, quassia, naranja amarga, romero y bayas de saúco.
En las bodegas catedrales de Sanlúcar de Barrameda - la ciudad gaditana localizada en el sur de España- se guardan grandes tesoros imperecederos al paso del tiempo. Uno de ellos es el Vermut Atamán, de bodegas Barbadillo.
Según aseguran desde la bodega, no conocen el motivo por el que Manuel Barbadillo se inspiró en los cosacos rusos para bautizar este vermut -registrado en enero de 1943-, que se elabora con la manzanilla de los casos bodegueros de Angioletti y El Toro (en el Barrio Alto de Sanlúcar) y que dejaron de elaborarse en 1970.
Desde entonces, Vermut Atamán ha permanecido durante décadas en un rincón de la bodega, paciente, cogiendo fuerza en las damajuanas donde se han almacenado en contacto con sus botánicos y especias.
Los vinos más fuertes y quinados son la base de Vermut Atamán, -con vino base de uva palomino-, que durante años ha esperado pacientemente.
Ahora Vermut Atamán ha despertado. Y mucho cuidado porque llega con más energía que nunca.
Vermut Atamán es un macerado fuerte y amargo. En nariz es dulce, con recuerdos a frutas escarchadas, especias y cítricos. En boca es ácido, destacando los aromas a ajenjo, quassia, naranja amarga, romero y bayas de saúco.